Brigido
Alguna vez me maravillé de la incertidumbre. Nunca pensé en ejecutar algo en mi mente que me hiciera pensar en las cosas que debía y no debía hacer. A menudo, por las frías y calurosas tardes de un extraño verano del año 1990, mi sombra y mi reflejo se hacían amigos de manera abrupta. Una vez, incluso, me detuve frente al espejo para ver como charlaban. En ocasiones, me precipité a no decir nada, y a no juzgar los accionares de ambos. Yo, por otra parte, me pasaba días sentado, como si mis piernas no tuvieran vida; desde la perspectiva de mis vecinos, yo no era más que "el hombre raro". Con mas frecuencia de lo que era habitual, me trataba de encontrar entre cuatro paredes, sin poder dormir ni comer. No sé como afrontar los dolores que me inundan, a cambio de eso, decidí ponerme a escribir cada vez que sentía la necesidad de hacerlo. En mi lecho, pude observar como desde la calle, mucha gente miraba y miraba hacia el cielo - como si esperaran a que apareciera alguien - yo, so...